Hace un año el cielo se puso de fiesta; Diosito quiso tener a su lado al marido más amoroso, al padre más dedicado, al abuelo más consentidor... simplemente, al HOMBRE MÁS MARAVILLOSO DEL MUNDO. Hace un año se fue de este mundo la persona a la que más he querido en la vida, quien fue y es todo para mí y que siempre tuvo una sonrisa y sus brazos abiertos para recibirme.
Llegando a este día de su aniversario luctuoso me asusté; primeramente por la rapidez del tiempo y en segunda porque entendí que habían pasado ya 365 días sin verlo y que increíblemente lo voy extrañando cada día más.
Cada recuerdo que tengo de él me arranca una sonrisa, cada momento a su lado fue particularmente especial y cada vez que le tomaba la mano y compartíamos una paleta era la emoción más grande.
Mi abuelo me enseñó a ser feliz y valiente, a voltear para los dos lados antes de cruzar la calle, valorar la importancia de una flor y regar el jardín. Aprendí a darle de comer a los pájaros y cantar canciones de Agustín Lara. Fue él quien me enseñó que no hay nada más importante que la familia y las satisfacciones que se viven a través de ella.
Fue quien me premiaba cuando me sacaba puros 10’s en primaria y dejaba que le rompiera un huevo de pascua en la cabeza; quien iba a mi colegio en los festivales del día del abuelo y me platicaba su vida desde niño con lágrimas en los ojos. Ése hombre que entregó su vida a una sola mujer a la amó con toda su alma, que desde los 8 años se hizo responsable de su familia y pasó de ver por sus hermanos a ver por sus hijos, nietos y hasta bisnietos.
El hombre al que nuestras visitas lo ilusionaban y lo llenaban de alegría, que pedirle un consejo se convertía en una charla de horas, risas y llantos y que pasar el tiempo a su lado era una experiencia única.
Extraño sus chistes, su risa, que me asuste detrás de la puerta y que me diga que guarde la basura “para cuando me vaya”. Ni qué decir de escucharlo llamarme “bubulú” o “mi amorcito” y que me tome de la mano mientras caminamos por la calle comiendo un esquimal.
Tantas historias, tantas experiencias y tantos momentos que compartimos. Es verdad, todos los recuerdos que tengo de él me hacen sonreír y muchas veces, la mayoría de las ocasiones, me sacan un par de lágrimas. Me encantaría no escribir eso y poder decírselo de frente… pero no está más conmigo, no físicamente. Sin embargo estoy segura que desde allá arriba lee mi pensamiento.
Te extraño, mucho. Me haces falta, no lo puedo negar. Y debo decir que no me gusta que me veas llorar, pero el sentimiento me gana. A pesar de todo estoy tranquila porque sé que tú querías descansar y Dios te escuchó. Dichosos allá arriba que te tienen con ellos. Yo me conformaré con platicar contigo cada noche y verte en mis sueños.
Gracias abuelo por quien eres y quien fuiste, por las alegrías, las gomitas y las paletas. Gracias por tomarme de tu mano y ser mi ejemplo a seguir, por los consejos y las noches bohemias. Gracias porque gracias a ti estoy aquí. Por tus sonrisas, tus abrazos y por asustarme detrás de la puerta. Gracias por tus historias de vida, por los tolondrones y los 86 Panchos. Gracias por regalarme parte de tu vida y por el orgullo que me da decirte ABUELO. Gracias por los 21 años que estuviste a mi lado y por el año que tienes cuidándome desde el cielo. TE AMO!
Hace un año te convertiste en mi ángel de la guarda. Te extraño tanto...